El enfoque
por competencias ha cobrado fuerza en las últimas décadas como una propuesta
para vincular más estrechamente la educación con las necesidades sociales y
laborales. Este modelo plantea que los estudiantes deben ser capaces de
movilizar conocimientos, habilidades, actitudes y valores en situaciones
reales.
La ventaja
de este enfoque es que promueve aprendizajes significativos y contextualizados.
Se favorece el trabajo en equipo, la resolución de problemas, la toma de
decisiones y el pensamiento crítico. No obstante, es fundamental evitar caer en
una visión reduccionista de las competencias, centrada únicamente en la
empleabilidad.
El riesgo
está en convertir la educación en una simple preparación para el mercado,
perdiendo su dimensión humanista, ética y ciudadana. La verdadera educación por
competencias debe equilibrar el desarrollo personal, la participación social y
la preparación profesional. Para ello, es necesario que los planes de estudio
se diseñen con una mirada interdisciplinaria y crítica, incorporando tanto
saberes técnicos como reflexivos.
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