La
evaluación es una herramienta clave para mejorar la calidad educativa, pero su
aplicación ha generado controversia. Las evaluaciones externas, como las
pruebas estandarizadas, permiten comparar resultados entre instituciones,
regiones e incluso países. Sin embargo, cuando se usan de manera punitiva o
descontextualizada, pueden generar presión, competencia desleal y exclusión.
Las
evaluaciones internas, por su parte, deben centrarse en la retroalimentación y
el acompañamiento del proceso de enseñanza-aprendizaje. Evaluar no es solo
calificar; es comprender cómo aprenden los estudiantes, identificar obstáculos
y replantear estrategias.
El desafío
está en construir sistemas de evaluación integrales, que incluyan tanto el
desempeño académico como el desarrollo socioemocional, la creatividad, la
participación y otros aspectos del aprendizaje. Además, se debe formar a los
docentes para que sean evaluadores críticos y sensibles, capaces de utilizar la
evaluación como herramienta de mejora continua, no como mecanismo de castigo.
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